
¿Usar casco o no usar?
Ciclismo urbano y deportivo.
Hoy quiero hablar de un tema que siempre genera debate: el uso del casco en bicicleta. No vengo a decirte qué hacer ni a juzgar tu estilo de pedalear. Sólo quiero compartir una reflexión sencilla, con datos, sentido común y un poco de contexto.
Primero, aclaremos algo: no es lo mismo andar en bici por el parque a 15 km/h que bajar una montaña a más de 60 km/h en una modalidad como downhill. Son realidades distintas, con riesgos distintos. Y eso está bien.
La ciudad va a 15 km/h
En la ciudad, la velocidad promedio de un ciclista urbano ronda los 15 km/h. Es más o menos lo rápido que alguien corriendo. Si te caes a esa velocidad (y sí, a todos nos ha pasado), lo más probable es que termines con unos raspones, un moretón o algo de dignidad perdida.
El cuerpo humano soporta bien una caída a esas velocidades, especialmente si el piso es asfalto o concreto plano. No digo que no duela, pero tampoco es una tragedia. Y en ese contexto, el casco pasa de ser una necesidad a ser una elección personal.
Pero a 40 km/h, todo cambia
Ahora, si andas en modalidades como fixie en descensos, BMX, ciclismo de ruta o enduro, ahí sí entramos en otro nivel. Velocidades de 30, 40, incluso 80 km/h. En esos casos, el casco no es una recomendación: es una herramienta de seguridad básica.
Porque a esas velocidades, una caída puede tener consecuencias graves. Y si además estás haciendo trucos, saltos o bajadas técnicas, el riesgo aumenta. Ahí el casco cumple su función: proteger la cabeza en impactos fuertes.
El casco protege… de una caída, no de un coche
Aquí viene lo importante: el casco protege al ciclista… de sí mismo. O sea, en una caída sin vehículos involucrados, puede marcar la diferencia. Pero si te golpea un coche, la historia cambia por completo.
Imaginemos un choque. Un automóvil promedio pesa entre 1,200 y 1,800 kg. Un ciclista con bici, unos 80-100 kg en total. Si ese coche va a 50 km/h (algo común en calles urbanas), la fuerza del impacto es desproporcionada.
La fórmula de la energía cinética nos ayuda a entenderlo:
E = ½ × m × v²
(Energía = la mitad de la masa por la velocidad al cuadrado)
¿Qué significa? Que si un coche duplica su velocidad, la energía del impacto se cuadruplica. Y como el ciclista es miles de veces más liviano, toda esa energía termina impactando en su cuerpo. El casco, por muy bueno que sea, no está diseñado para soportar eso. Es como poner un paraguas bajo un camión.
La verdadera protección no es un casco, es una calle segura
Entonces, ¿dónde está la verdadera solución?
No en obligar a los ciclistas a usar casco, sino en transformar nuestras calles.
La seguridad vial no se gana con accesorios, sino con infraestructura: ciclovías seguras, cruces protegidos, reducción de velocidades en zonas urbanas.
Porque los datos no mienten: la mayoría de los accidentes graves con ciclistas involucran vehículos motorizados. Y esos no se evitan con cascos, se evitan con ciudades más justas, lentas y pensadas para personas, no sólo para autos.
El auto: el gran responsable vial
Y hablando de autos: son los responsables de la inmensa mayoría de los hechos viales en las ciudades. Van rápido, pesan mucho, y muchas veces los conductores están distraídos, cansados o no ven al ciclista.
Obligar al ciclista a llevar casco suena, a veces, como culpar a la víctima:
“Si te hubieras protegido más, no estarías herido”.
No estoy en contra del casco. Al contrario: en lo deportivo, sí, úsenlo. Es una herramienta válida y necesaria. Pero en el ciclismo urbano cotidiano, quizás deberíamos enfocarnos menos en proteger al ciclista con plástico y espuma, y más en protegerlo con diseño urbano, leyes y respeto.
Lo que necesitamos no es más cascos, sino más ciudad
Al final, lo que necesitamos no es más cascos, sino más espacio, más visibilidad y más derechos sobre la calle. Queremos poder andar en bici sin miedo, sin tener que vestirnos como si fuéramos a una competencia. Queremos ciudades donde moverse en bici sea natural, seguro y liberador.
Así que, si andas en bici por la ciudad, tú decides si usas casco. Yo lo respeto. Pero más allá del casco, lo que realmente nos protege es una ciudad que nos ve, nos escucha y nos da paso.


Yo siempre he estado a favor de los cascos, y eso que a veces nomás saco la bici para turistear o ir con amigos. Y esto lo comento porque en una ocasión a un amigo en una rodada “familiar”, otros chavos dentro del grupito le pegaron en el manubrio y el se fue contra una banqueta, no iba ni a 10 km y se cayó al suelo y pues se descalabro, cosa que de haber traido casco no hubiera pasado.