
La infraestructura genera cultura vial
No se puede pedir cultura vial en una ciudad diseñada sólo para autos.
En lugares como León, Guanajuato,
donde cada nueva obra prioriza el coche
—ampliación de avenidas, glorietas,
estacionamientos—
y se ignoran ciclovías seguras,
transporte público digno o espacios
para caminar, se construye
desigualdad sobre ruedas.
Y luego, como si fuera sorpresa, dicen: “¡Falta cultura vial!”. Como si dos millones de personas (más sus miles de visitantes diarios) pudieran aprender a convivir en el tráfico sin reglas claras ni espacios seguros.
¿En serio creemos que la solución es dar clases a todos?
Imaginemos:
- ¿Cuántos maestros se necesitarían para educar a toda la población?
- ¿Cuántas aulas, materiales, traducciones?
- ¿Y cuántas personas tendrían que estar en las entradas de la ciudad, explicando normas antes de entrar?
Serían miles de personas, todos los días, en turnos rotativos. Un esfuerzo descomunal… cuando la solución es más simple: diseñar calles que enseñen con su forma.
Un paso peatonal bien marcado y a nivel de banqueta invita a cruzar con seguridad.
Una ciclovía protegida hace visible al ciclista.
Una vía con prioridad para el transporte público enseña que moverse en colectivo es válido.
Si tu director de movilidad pide “cultura vial” sin construir una ciudad para todas y todos, es porque le queda muy grande la ciudad.
La solución no es más educación sin infraestructura.
Es construir calles que, por diseño, obliguen al respeto, la calma y la convivencia.

